Los pilares de las finanzas personales
1. INGRESOS
Un ingreso es una entrada de dinero, sea cual sea la fuente que lo genera.
Aquí entran un salario por un empleo a cuenta ajena, los cobros por un empleo
por cuenta propia, la venta de algún objeto de segunda mano, un dividendo que
llega de una empresa que tenemos en cartera, el hallazgo de una moneda en la
calle... Cualquier dinero nuevo es un ingreso.
Recalco lo de dinero. Unos tomates recogido en el huerto no son un ingreso, a
menos que se vendan. Un libro que te regalan por tu cumpleaños no es un
ingreso. Si tu hermano pequeño te lava el coche, eso tampoco es un ingreso.
El primer paso para mejorar económicamente es aumentar los ingresos. Hay
muchas formas de hacer esto, pero no son muy populares porque todas implican
algún tipo de esfuerzo. Puedes tratar de ganar más dinero en tu empleo,
haciendo horas extra o pidiendo asumir más responsabilidades a cambio de una
mejora salarial. Puedes cambiar de empleo a uno mejor remunerado, sin ningún
remordimiento por dejar tu empresa actual si hay otra que te valora mejor.
Puedes conseguir un trabajo a tiempo parcial, como dar clases particulares por
la tarde o hacer de camarero los fines de semana. Puedes formarte en alguna
tecnología para dar un giro a tu carrera profesional.
Otra forma es conseguir ingresos recurrentes "pasivos". Compra un piso o plaza
de garaje para poner en alquiler. Adquiere acciones que den dividendo. Escribe
un libro y ponlo a la venta en Amazon. Monta una página web con publicidad.
Trabajar una vez y cobrar muchas veces es una sensación fantástica.
Vivimos en un sistema que parece diseñado para ahogar las fuentes de ingresos
adicionales, subiendo impuestos si hay dos pagadores y dejando en el limbo a
quien quiera regularizar un pequeño ingreso recurrente por cuenta propia. Lo
importante es no desanimarse y explorar opciones. Siempre hay una forma viable
de aumentar los ingresos, aunque probablemente será a base de reducir el
tiempo de ocio y descanso.
La palabra clave para mejorar los ingresos es esfuerzo.
2. GASTOS
Un gasto es una salida de dinero. Podríamos hacer una distinción entre gastos
para consumo de bienes y servicios, que una vez usados y disfrutados no nos
dejan más que el recuerdo, y gastos para inversión, que nos pueden dar
rendimientos durante un cierto período de tiempo. Sin embargo, como es muy
difusa la diferencia entre el coche para salir el fin de semana y el coche sin
el cual no podríamos mantener un empleo, vamos a meter todo en el mismo saco
genérico de gastos.
Si los ingresos hay que aumentarlos, el objetivo con los gastos es reducirlos.
Siempre sin pasarse, porque la austeridad está muy bien pero el lonchafinismo
no tanto.
Lo más fácil de atacar son los gastos recurrentes. Con una plataforma de
streaming es más que suficiente, no hay que estar suscrito a Disney+, Netflix
y HBO al mismo tiempo. En vez de pagar la cuota de un gimnasio que apenas
visitas, quizá puedas ir a correr al parque, al menos en verano. Si buscas un
rato en internet, seguro que encuentras un plan de telefonía móvil que se
adapta a tus usos y es más barato que el actual.
El siguiente paso son aquellos gastos de estatus que se hacen solo por
aparentar. Si conduces un Volkswagen de 12 años que ya se ve viejo, antes de
cambiarlo por un BMW, plantéate si puede aguantar otros 3 añitos o si podrías
optar por otra marca más mundana como Seat o Citröen. En vez de pasar el
verano en el Caribe, quizá puedas pasar un par de semanas en la costa
portuguesa. No necesitas cambiar de móvil cada vez que sale un nuevo iPhone.
En vez de comprar una chaqueta nueva de buena marca cada invierno, quizá
puedas usar la misma del año pasado.
El problema de los gastos es que se expanden hasta ocupar todos los ingresos.
La solución a esto es entender, pero no recitarlo de memoria sino comprenderlo
realmente, que gastar y consumir no nos hace más felices. A veces, privarse de
algunos placeres y comodidades nos hace apreciar más los otros.
Hay un truco para disminuir los gastos incluso cuando parece imposible
hacerlo. Pregúntate: ¿Si me redujesen el sueldo un 10 por ciento, de qué me
privaría? A continuación, hazlo aunque no te reduzcan el sueldo.
La palabra clave para mejorar los gastos es sacrificio.
3. AHORRO
El ahorro es la diferencia entre ingresos y gastos. Es fundamental mantener
los gastos por debajo de los ingresos, pues gastar más de lo que se ingreso
solo aumenta la deuda y ese es un camino infalible hacia la quiebra.
Tal como en los ingresos y los gastos solo considerábamos el frío dinero, aquí
entran en juego otras formas de ahorro. Si tienes unas gallinas que te dan
huevos, eso se traduce en ahorro. Si vas a trabajar andando o en bicicleta,
eso también es ahorro. Llevarte a la oficina el café preparado de casa también
es ahorro. Dar clases de español a un extranjero a cambio de que este te
enseñe inglés, otra forma de ahorro. Cualquier acto que disminuya los gastos
se puede considerar un ahorro. Robar no es ahorrar, porque la multa potencial
será mayor que el supuesto ahorro conseguido.
Es imposible indicar una cifra objetivo universal para el ahorro, ya que
depende de innumerables factores, desde el volumen de ingresos a la situación
familiar. Lo que sí se puede marcar es un mínimo, y en mi opinión ese mínimo
es el 10 por ciento del que también se habla en el libro
El hombre más rico de Babilonia. Cualquier persona, en cualquier situación, debería poder ahorrar un 10 por
ciento de sus ingresos. Si al final del mes te queda menos de ese 10 por
ciento, deberías actuar sobre los ingresos o sobre los gastos.
Recuerda que los gastos tienden a expandirse hasta ocupar todos los ingresos.
Hay que hacer todo lo posible por evitar esto, y vivir siempre por debajo de
las posibilidades. Hacer esto no te hace miserable. Al contrario, es un paso
imprescindible hacia el auténtico bienestar.
La palabra clave en el proceso de ahorrar es austeridad.
4. INVERSIÓN
El siguiente paso tras es el ahorro es poner a trabajar ese dinero. Dejar el
dinero en el banco es una forma muy segura de perderlo poco a poco. El motivo
es la inflación, ese monstruo silencioso que se come lentamente los ahorros.
Imagínate que tienes 1.000 euros en el banco y el año termina con una
inflación del 5 por ciento. Al final del año sigues teniendo los mismos 1.000
euros, pero valen un 5 por ciento menos porque el coste de todos los bienes y
servicios ha subido un 5 por ciento. Es el equivalente a que te quiten 50
euros durante el año, dejándote solo 950 euros a 31 de diciembre. Si se
hiciera de esta forma arderían las calles, por eso se fomenta esa inflación
que nos daña silenciosamente.
Lo primero es conseguir un colchón de seguridad que pueda cubrir tus gastos
de, digamos, entre 3 y 12 meses. El número de meses dependerá de lo que
necesites para dormir tranquilo por las noches. Hay quien no tiene en el banco
ni los gastos de un mes, y hay quien necesita la seguridad de dos años de
salario. Sea cuál sea tu cifra de seguridad, todo lo que pase de ahí debería
ir a inversión.
La pregunta del millón es dónde invertir ese dinero que tanto esfuerzo cuesta
ganar y ahorrar. En vez de ofrecer fórmulas mágicas, fijemos dos objetivos
para esa inversión. El primer objetivo está claro: No perder dinero. El
segundo objetivo es conseguir un rendimiento que al menos compense la
inflación. Dicho así parece sencillo, y realmente en la práctica no es tan
complejo como puede parecer a simple vista.
A la hora de elegir el vehículo de inversión hay muchos factores a considerar,
entre ellos la volatilidad (los altibajos en la cotización), el riesgo (la
probabilidad de perder dinero), la liquidez (la rapidez de venta) y el
horizonte de inversión (cuán lejos está el momento de retirar el dinero). Hay
quien se siente seguro invirtiendo en vivienda y hay valientes que no pueden
vivir sin la adrenalina de la inversión en criptomonedas. A unos les gusta
analizar e invertir en empresas individuales, mientras otros prefieren no
complicarse la vida y ponen su dinero en un fondo de inversión o un ETF.
Lo importante es comprenderse a uno mismo, trazar un plan y mantenerlo durante
el tiempo suficiente. No hay nada peor que ir saltando de inmobiliario a
acciones, o de fondo en fondo, siempre persiguiendo las rentabilidades
pasadas. Hoy en día a través de internet se puede acceder a toda la
información necesaria para profundizar todo lo posible en cualquier tema. Ya
no hay excusa para no tomar decisiones bien fundamentadas de qué hacer con el
dinero propio.
La palabra clave en la inversión son en realidad dos palabras: largo plazo.
Y esto es todo. No hay más. Si deseas mejorar tus vida financiera, estos son
los cuatro puntos sobre los que debes actuar.
Por supuesto, hay mucho más que explicar de cada uno de estos puntos. Se
podría escribir un libro entero sobre cada uno. Pero, antes de lanzarse a
profundizar en conceptos más complejos, considero importante afianzar lo más
básico.
Ingresos, gastos, ahorro e inversión. Si eres capaz de mejorar en estos
puntos, los resultados irán llegando.
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