Mínimos personales
Suele pasar con primeras experiencias y es un fenómeno más común cuanto más
joven. Se dice que este es el motivo por el que el tiempo parece acelerarse al
ganar edad. Para un niño todo es nuevo, es como si se pasase el día con los
ojos bien abiertos sorprendiéndose a cada paso. Para un anciano, en cambio,
los días parecen una sucesión de déjà vus*, porque casi todas las situaciones
le recuerdan un momento ya pasado.
En mi memoria perduran muchos momentos grabados a fuego. Algunos son buenos
(primer viaje a Londres, nacimiento de
mis
niñas), otros parecen provocados por los remordimientos (las veces que he perdido
la calma o no he tratado bien a un amigo), y en una tercera categoría están lo
que podría denominar "mínimos personales".
Recuerdo ir en coche a urgencias llorando tras un segundo esguince de tobillo
casi consecutivo, recuerdo la sensación de impotencia al ver cómo la
desorganización plena de un jefe afectaba a mi vida personal, recuerdo el día
que comprobé que en Corea no tenía opciones de desarrollar una carrera
profesional. Son como pequeños flashes que vuelven a mi mente de vez en
cuando, y que en general me provocan una sensación de que lo peor ya ha
pasado.
Ahora parezco estar en otro de esos momentos. Mi familia está en Corea y,
debido a la pandemia, no tenemos claro cuándo volverán. Entre visados,
cuarentenas y restricciones varias, tampoco resulta fácil hacer una visita
desde España. Ya llevamos así nueve meses y no sé cuándo estaremos junto de
nuevo. Esta separación cada vez me pesa más. Hay días que parece una gran losa
que me impide hacer, pensar y sentir.
También está siendo una época de mucho trabajo. Por supuesto, que haya trabajo
es bueno, y los picos de trabajo son habituales y hay que saber llevarlos. El
pequeño problema es que esto, más que un pico, parece una cuesta hacia arriba
cada vez más empinada. Estoy en medio de muchas cosas, intentando mediar y
contentar a todas las partes, y el estrés va en aumento.
En estos tiempos extraños en que nadie se acerca a nadie y la vida social se
resiente, mi único hobbie al aire libre es salir a correr al monte. Lo malo de
correr por caminos de piedras es que no son llanos ni regulares.
En las últimas semanas me he caído dos veces, y en una de estas caídas me hice
bastante daño. En la ducha, abriendo las heridas para limpiar el barro de
dentro, me acordé de mi ascendencia familiar hasta varias generaciones atrás.
Para redondear las cosas, en el último par de semanas hemos estado de
cumpleaños mi esposa, mi segunda niña y yo mismo. Pasar estos cumpleaños sin
ellas me ha dolido. Por suerte tengo la compañía de mis padres y mi hermano,
pero no es lo mismo. Mi familia principal ya son ellas, y están demasiado
lejos.
Todo esto está teniendo un efecto curioso. Justo cuando dispongo de más tiempo para
hacer cosas, menos ganas tengo. Cuántas veces he deseado tener las tardes y
los fines de semana libres para dedicarme a alguna afición o desarrollar
algún proyecto online. Ahora que dispongo de ese tiempo, simplemente no me
apetece. La palabra es desidia, y odio la sensación de sucumbir a ella.
En algún punto del futuro leeré este post y recordaré estos momentos como
algo lejano. Tan solo espero que ese futuro llegue pronto.
* Decir déjà vu suena cursi, pero la palabra en español es
paramnesia y suena todavía más cursi.
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