El despilfarro energético y los dispensadores de agua
En estos últimos meses se habla a todas horas del precio de la energía. La
gasolina ha subido mucho y la electricidad no digamos. De repente, todos nos
acordamos de que calentar el desayuno no es gratis, ni en el hornillo ni en el
microondas, y nos damos cuenta de que ir en coche a echar la quiniela puede
costar más que la propia quiniela.
Por cierto, la luz es gratis. Lo que cuesta dinero es la electricidad. No
entiendo por qué se dice "la luz" cuando se habla de la electricidad. Pero
bueno, también damos las gracias al Gobierno cuando nos devuelven 20 cts por
litro en la gasolinera después de habernos quitado entre 70 y 80 cts en
impuestos por ese mismo litro.
El caso es que vuelve a estar de moda la eficiencia energética, y todos hemos
recuperado las gafas de vigilar despilfarros energéticos. Lo malo de llevar
puestas estas gafas imaginarias es que no puedes dejar de ver ejemplos por
todas partes.
En mi barrio han cambiado las luminarias de la calle y tienen tal potencia que
ya no necesito encender la luz de noche. Al menos me queda el consuelo de que
ahora son LED, aunque me da la impresión de que podrían reducir la potencia en
un orden de magnitud y seguirían cumpliendo su función, con el añadido de no
solapar los horarios de pajarillos y murciélagos. La contaminación lumínica,
ese otro tema.
Para encontrar despilfarros energéticos no hace falta buscar SUVs Cañoneros
con un solo ocupante ni vecinos inconscientes poniendo la lavadora en hora
punta. La
intensidad energética
no para de subir en todo el mundo. Muchas veces se nos van los kWh en cosas
tan pequeñas como electrodomésticos en standby.
Consejo gratis: comprad regletas para televisores, microondas y demás
aparatejos de uso ocasional. No solo ahorrarás electricidad sino que los
protegerás en caso de sobretensión cuando no están en uso.
Un caso que me daba mucho que pensar en mi etapa de oficinista en Corea era el
uso de las máquinas dispensadoras de agua, que en mi vuelta a España he visto
que ahora están presentes por acá también. Estos dispensadores de agua tienen
dos grifos, uno para agua caliente y otro para agua fría. Sin embargo, la
mayoría de la gente bebe agua del tiempo. La paradoja es que para conseguir
agua del tiempo hay mezclar agua fría y caliente. ¿Por qué no hay un grifo de
agua del tiempo?
Los sistemas de calentamiento y enfriado de agua se pueden desconectar, pero
suelen estar ambos activos. Es cierto que el agua fría es bienvenida en
verano, pero en invierno nadie la quiere. En Corea el agua caliente se usaba
bastante para
los cafés instantáneos del demonio, pero en España por suerte aún no hemos importado esa costumbre de
autodestruir cuerpo y mente a pequeños sorbitos.
Estarás pensando que soy un exagerado, que el consumo de esas máquinas es el
chocolate del loro. Pues quizá. Así que vamos a calcular el tamaño de ese
loro.
Pensemos que un oficinista medio bebe tres vasos de agua al día, que suman
aproximadamente 1 litro diario. Para conseguir ese litro de agua hay que
mezclar medio litro de agua caliente y medio litro de agua fría. O, lo que es
lo mismo, medio kilo de agua caliente y medio kilo de agua fría.
El calor específico del agua a temperatura ambiente es c = 1 cal/g*K = 1
kcal/kg*K, donde cal son calorías, kg son kilos y K son grados Kelvin.
El calor o energía necesaria para variar la temperatura de una cierta cantidad
de agua se puede calcular como Q = c*m*(Tf-Ti), donde c es el calor
específico, m es la masa en kilos, Tf es la temperatura final y Ti es la
temperatura inicial.
Con una temperatura ambiente (Ti) de 25 grados, para enfriar 0,5 litros a 10
grados necesitamos 0,5*(10-25) = -7.5 kcal y para calentar 0,5 litros a 70
grados necesitaremos 0.5*(70-25) = 22.5 kcal. En total se gastarán 30 kcal
para "preparar" ese litro de agua a temperatura ambiente.
Como 1 kcal = 0,00116 kWh, esas 30 kcal equivalen a 0,035 kWh. Muy poca cosa.
Pero pensemos en una oficina con 100 personas y ya pasamos a 3,5 kWh, que
dividiendo entre 12 horas hábiles es como tener constantemente una potencia de
0,3 kW. Como un motor pequeñito que en realidad no hace nada. Y esto
suponiendo una eficiencia del 100% en el calentamiento y enfriamiento, y sin
tener en cuenta las pérdidas térmicas y el coste energético de compensarlas
para tener el agua siempre preparada, ya que no se calienta o enfría a
demanda.
Como no he visto nunca que estos dispensadores se apaguen durante el fin de
semana, podemos ver que el consumo anual es de 3,5 kWh * 365 días = 1277
kWh/año. A un precio medio actual de 0,30 €/kWh, un dispensador de agua
encendido inútilmente cuesta al año 383 euros en electricidad. Nos ha salido
un loro de tamaño mediano. Multiplica esto por la cantidad de oficinas que hay
en España y la cantidad resultante tanto en potencia como en euros no es una
tontería.
Al final nos quedamos con una bandada de decenas de miles de loros de tamaño
mediano, todos ellos inútiles y hambrientos de chocolate.
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