Un toque de humanidad en el metro de Seúl
Seúl es una ciudad fantástica para hacer turismo, pero se vuelve agresiva ante las personas que decidimos fijar aquí nuestra residencia. Esto lo he dicho y escrito en varios posts. Empujones, prisas contínuas, los escupitajos, la ubícua amenaza de las motos, sonrisas que no existen, un idioma desconocido... son pequeñas cosas que acaban intimidando a las personas simples. Por eso es agradable ver, de vez en cuando, muestras desinteresadas de humanidad. Son pequeños detalles que, al menos en mi caso, resetean todo lo malo y dejan el contador de nuevo a cero, haciendo mucho más llevadero el día a día.
Algo así nos sucedió el otro día en la jungla que es el metro de Seúl. Después de varias estaciones, aún nadie se había levantado para cederle el asiento a mi esposa, embarazada de 8 meses y con una niña agarrada de la mano. Los asiento marcados de uso preferente para embarazadas y personas con movilidad reducida estaban ocupados, unos por personas jóvenes demasiado absortas en sus pantallas como para prestarle atención al mundo real y otros por señoras que simulaban dormitar con los ojos entrecerrados. Ante la indiferencia general, un anciano nos hizo señas desde el otro lado del vagón para que ocupásemos su asiento.
Avergonzado por comprobar, una vez más, cómo tiene que ser casi siempre un anciano, con tanta necesidad de sentarse como una embarazada, quien ponga solución a estas situaciones, le hice gestos de que no importaba, que estaba bien, que gracias pero no era necesario que se levantase. Pero él se levanto, caminó en nuestra dirección y, sin articular palabra, casi arrastró a mi esposa a su asiento. Todo el metro observaba la situación, sintiendo curiosidad en el espacio que debería estar ocupado por la vergüenza.
Pensaba que el buen hombre se bajaría en la siguiente estación. Pero no, siguió de pie agarrado a la barra al lado del asiento. En algún momento su mirada se cruzó con la de Sonia, nuestra hija de tres años, que ya estaba sentada en el regazo de mi esposa. La vejez sonrió a la niñez, la niñez devolvió la sonrisa, y comenzó el espectáculo.
El hombre hizo el gesto de sentarse en el carrito, ante lo cual Sonia le dijo que no con los brazos. Él insistió en que sí, y Sonia en que no. Después le ofreció una flor imaginaria, que Sonia recibió entre risas. Poco después le preguntó, mediante gestos, si yo era su padre, y Sonia respondió asintiendo con la cabeza. El hombre me sonrió a mí, yo le devolví la sonrisa, pero nadie dijo nada.
En algún momento, entre gestos de un lado y del otro, comprendí que la ausencia de palabras no era casual. El hombre era mudo. Una segunda mirada, algo más atenta que la primera, mostró cicatrices de una vida difícil. No es fácil ser diferente en Seúl, de la misma forma que no es sencillo tener una desventaja cuando la vida es una competición constante. Pero fue él, el hombre acostumbrado a verse en desventaja, el que tendría motivos para sentirse resentido hacia la sociedad que lo rodea, el único que tuvo el gesto humanitario de ceder el asiento a una persona que lo necesitaba.
En los últimos 50 años Corea del Sur pasó de ser uno de los países más pobres del mundo a uno de los más avanzados, pero por el camino se perdieron muchas cosas. Muchas personas son incapaces de disfrutar de la vida. La sociedad perdió una gran parte de su humanidad. Las nuevas generaciones ven normales comportamientos que escandalizarían a sus abuelos. El anonimato, al verse rodeado de una multitud de desconocidos, sirve de excusa para perderle el respeto al mundo.
En todo esto estaba yo cavilando cuando el hombre hizo con las manos el gesto de un corazón, lanzó una última sonrisa al aire y salió por la puerta del metro dejando el vagón lleno de gente pero vacío de personas.
Actos como estos, siempre marcan un antes y un después, aunque solo para las personas que quieren. Con que este hombre haya hecho bajar la cabeza o alzarla, porque con eso de que no dejan de mirar los móviles; a por lo menos una persona, hizo mucho;aquí, al otro lado del mundo, el mensaje ha llegado.
ResponderEliminarSaludos.
Annel
"...En algún momento, entre gestos de un lado y del otro, comprendí que la ausencia de palabras no era casual. El hombre era mudo. Una segunda mirada, algo más atenta que la primera, mostró cicatrices de una vida difícil. No es fácil ser diferente en Seúl, de la misma forma que no es sencillo tener una desventaja cuando la vida es una competición constante. Pero fue él, el hombre acostumbrado a verse en desventaja, el que tendría motivos para sentirse resentido hacia la sociedad que lo rodea, el único que tuvo el gesto humanitario de ceder el asiento a una persona que lo necesitaba... En todo esto estaba yo cavilando cuando el hombre hizo con las manos el gesto de un corazón, lanzó una última sonrisa al aire y salió por la puerta del metro dejando el vagón lleno de gente pero vacío de personas"
ResponderEliminarAlgunos días pareces poeta :P
Anécdotas como estas realmente me hacen sonreír. Siento verdadera vergüenza de la juventud de hoy en día (en la que, con 16 años, intento cambiar ciertas costumbres). Ese hombre es un ejemplo a seguir, que tras tantos años de vivir una vida tan dura, es capaz de sonreírle a una pequeña criatura y enseñarle lo que realmente importa, el cariño hacia las demás personas.
ResponderEliminarMe quito el sombrero.
Gracias por compartirlo y un saludo desde Ourense!
Sólo he vivido ahí 6 meses, repartidos en 2 veranos, pero creo que es una ciudad en la que podría vivir cómodamente. Ya sé que el estrés diario y lo de coger el metro todos los días para ir a trabajar tiene que ser agotador, pero no me importaría intentarlo durante un tiempo -y probablemente en el futuro sea lo que toque-.
ResponderEliminarFelicidades, por cierto; no sabía que Sonia tenía un/-a 동생 de camino ;)
Apertas.
Vaya, hay días que te tocan la fibra sensible y tú nos la tocas a nosotros. Es bonito ver que queda gente buena por el mundo y que al final, lo que más "sufren" acaban siendo los más amables con el prójimo.
ResponderEliminarEn relación a la situación de ceder el asiento, yo uso constantemente el transporte público y da mucha rabia ver como muchos jóvenes se atreven a mirar a los ancianos y embarazadas a la cara y todavía no levantarse. Eso es todavía peor porque encima parece que se regodean e internamente les dicen << haber llegado antes>>
A mí también me da mucha rabia, tanto cuando lo sufro como cuando lo veo en terceras personas. Yo siempre me levanto y cedo mi asiento a quien lo necesita, es algo que ni siquiera me planteo. Las personas que no lo hacen (en Seúl son sobre todo chicas de 20 o 30 años) deberían avergonzarse por ser tan egoístas.
EliminarQue hermoso texto, definitivamente voy a compartirlo. Por cierto, eso del metro sucede, creo, en todos los metros. Al menos también en el de México :( Saludos.
ResponderEliminarExcelente articulo Felipe, lleno de humanidad, he tenido la oportunidad de leer tus post y frecuentemente hablas sobre la problematica en los metros. Es lindo que aquel señor haya tenido ese gesto con tu esposa, bendiciones a tu familia, buenos tus post, me encanta leerlos! saludos desde Panamá!
ResponderEliminarA seguir el ejemplo, cueste lo que cueste :)
ResponderEliminarLo mejor que he leído en mucho tiempo. Encima, este acto de amabilidad es verídico. ¡¡Gracias por compartirlo!!. Opino igual: mientras quede gente así en el mundo, podremos seguir "reseteando". Encima, me has dado una información muy interesante sobre el día a día en Seúl. Seguiré leyendo tus posts como hasta ahora. El blog está genial :)
ResponderEliminarSaludos desde España.
precioso¡ gracias por compartirlo ¡
ResponderEliminarUn ejemplo a seguir...no soy sensible a las lecturas, pero me ha conmovido muchisimo este post y la accion del hombre, tanto que se me ha hecho un nudo en la garganta apunto de soltar lágrimas...y no entiendo porque, pero me ha parecido un gesto muy, bastante humano por parte de el viendo como es la sociedad coreana y la poca educacion que la mayoria de ellos tienen...es triste ver como un pais tan/bastante evolucionado como lo es Corea tenga que sufrir de este tipo de comportamientos...
ResponderEliminarEspero que hayan mas gestos como ese!
Saludos desde España!!!! ^_^ Siempre que puedo me paso por aquí a ver que se cuece jejeje :D
P.D: Tu hija tiene un nombre precioso ;) jeje
la vida esta hechas de cosas tan sencillas y humanitarias como estas el dar el asiento ayudar a alguien con los bultos o ayudar a alguien a cruzar la calle marcan la diferencia entre las personas lastima que no todos lo tengan en cuenta como ese anciano que no miro su edad para darle el asiento a tu esposa esos son gesto de aun en los tiempos que corren queda seres humanos con corazon y conciencia mi amigo....un cariñoso saludo desde Chile!!!!!
ResponderEliminarEs bueno q compartieras con nosotros esta entrada, nos hace reflexionar mucho y también recordar q algo parecido nos ha pasado en algún momento d nuestras vidas y créeme q nos alegra el día ver como aun existen personas q sienten respeto, consideración y empatía para los demás, para las personas q lo necesitan, sabes Felipe estoy segura q esa persona se bajo del tren muy feliz en hacer un gesto de generosidad, un pequeño gesto de forma grandiosa y así todos nosotros no perdamos la fe q aun existen personas a quien imitar........saludos, GRACIAS.....YA LO COMPARTI ;)
ResponderEliminarPosiblemente sea la mejor entrada que has hecho. Muy acertada la poesía de la última frase.
ResponderEliminarLa última frase me ha llegado al alma *.* cuánta razón tienes...
ResponderEliminarBonita la historia y espectacular la forma de narrarla, me quito el sombrero.
ResponderEliminarComprendo totalmente lo que sientes, y si, cuando al menos uno lo hace se renuevan las esperanzas!!
ResponderEliminarSaludos desde Venezuela.
Ina.
Amé tu post!... como siempre felicidades Felipe!
ResponderEliminarMe encanta, qué intensidad!
ResponderEliminarCaray, este post está provocando bastantes comentarios y reacciones. No me lo esperaba, pero me alegra ver que ha gustado. Gracias por todos vuestros aportes :)
ResponderEliminarSerá porque la manera de contarlo tiene garra :) Yo lo resumiria en quien más ha sufrido y menos ha tenido, mas propenso es a dar lo que los demás no le han dado. Lo resumiria en ser generoso y humilde.
ResponderEliminarTe doy la razón, la generosidad suele ser inversamente proporcional al patrimonio y nivel de vida.
EliminarWow vaya post... me ha encantado y me ha alegrado el día :')
ResponderEliminarUna historia para reflexionar. Es una de esas anécdotas que te llegan a la patata, ¿verdad?
ResponderEliminarEn el metro de Seúl ha habido un par de ocasiones en que he tropezado con señores borrachos, pero la verdad es que la gente que se ha comunicado conmigo siempre ha sido bastante amable. Eso sí, los asientos del metro son como una plaza de aparcamiento libre en cualquier calle del centro de Madrid. De todas formas yo siempre me levanto y dejo el asiento libre si entra alguna ajumma mayor (de las que no pegan codazos, de las poco habituales) o algún ajeossi con pinta de cansado. Me gusta que vean que a veces somos los extranjeros los que más educación mostramos respecto a sus mayores. Tanto rollo del lenguaje honorífico para los que son mayores que tú y luego ves los asientos del bus reservados para ancianos y embarazadas ocupados por coreanas veinteañeras obsesionadas con su móvil. Son la leche.
Las chicas de veintitantos con complejo de princesa son las peores :P
EliminarVaya, una nueva retoña en camino!! Muchísimas felicidades, Don Felipe!! ;)
ResponderEliminarSe agradecen :)
EliminarMe acabas de arrancar una lagrma, ese anciano se quedará en mi cabeza mucho tiempo, tu redacción me ha dejado a mí, muda!!
ResponderEliminarMe alegro de que te gustase :)
EliminarPrecioso articulo, me he emocionado. Saludos
ResponderEliminarBueno, a mis ojos les entró algo al leer este artículo. El mundo está lleno de héroes como ese anciano, "héroes anónimos". Hermoso artículo Felipe. Saludos desde Venezuela.
ResponderEliminarUna linda enseñanza.
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