Espectáculo de luz en la puerta Gwanghwamun

Hace unos días vi en la TV unas imágenes de Gwanghwamun, la puerta de entrada al palacio Gyeongbokgung, iluminada de forma artística. Tras buscar algo de información en internet descubrí que se trataba de un evento especial del mes de agosto y que se terminaba... ¡justo ayer! Aproveché que trabajo muy cerca del lugar, y que tuve una reunión con un amigo, para acercarme a ver el juego de luces por mí mismo.

Desgraciadamente no llevaba la cámara y no pude tomar fotos, por lo que por una vez voy a robar tomar prestadas fotos de otro blog (en este caso del Tumblr de uno de mis ídolos virtuales). La verdad es que las fotos no hacen justicia al evento, porque son unas imágenes espectaculares de algo que no pasaba del aprobado raspado. La idea de proyectar efectos visuales sobre la puerta es muy buena, y ojalá se repita, pero la aplicación práctica no fue todo lo buena que esperaba.

Hubo dos problemas principales. Uno, que no se interrumpió el tráfico por delante de la puerta, y el continuo paso de autobuses deslució mucho el tema. Y dos, ya comenté en alguna ocasión que en Seúl hay mucha contaminación lumínica, hasta el punto de que nunca es completamente de noche; y esto hacía que la puerta se viese incluso cuando no estaba iluminada, desbaratando gran parte de los efectos. La música sí que estuvo bien, con el Arirang imponiéndose sobre el sonido del tráfico. Tampoco había demasiada gente, por lo que se podía ver el espectáculo sin problemas.

En Corea la gente ve los espectáculos a través de la pantalla del móvil. ¡Qué obsesión!

Por cierto, este espectáculo de luz trajo consigo cierta polémica y bastantes protestas. Corea tiene menos potencia eléctrica instalada de la que necesita, y esto se nota sobre todo en la época invernal (por las calefacciones) y estival (por los aires acondicionados). Para más inri, este año hay varias centrales nucleares paradas debido a un impresentable. Por eso, estas últimas semanas hubo alertas de escasez de energía eléctrica. En mi oficina estuvimos (y aún estamos) trabajando a 33 grados, sin aire acondicionado y en algunos días incluso con las luces apagadas. Y son muchos los oficinistas que llevan semanas en la misma situación, especialmente en las empresas públicas.

Algunos de estos sudorosos trabajadores consideraron indecente que se les haga trabajar en esas condiciones al mismo tiempo que se gasta electricidad en algo tan prescindible como la iluminación decorativa de un monumento. Comprendo su enfado, porque yo también lo sufro. Sin embargo, hay que tener en cuenta que a la hora en que comienza el espectáculo (8 y media de la noche) ya no hay casi nadie en las oficinas, o al menos no trabajando. La electricidad no se puede almacenar, así que una cosa no tiene por qué afectar a la otra. Además este tipo de eventos contribuyen a mejorar la imagen de la ciudad y a atraer el turismo, lo cual tiene más ventajas que inconvenientes.

Es decir, que muy bien por la inciativa, pero a ver si la próxima vez lo hacen un poquito mejor.

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