Escapada veraniega a Suncheon... otra vez
La semana pasada regresé a Suncheon, una ciudad del sudoeste de Corea, en un viaje muy parecido al que hice justo un año atrás. Si en aquella ocasión la excusa era la Expo de Yeosu, esta vez la principal atracción fue la Expo de Jardinería de la Bahía Suncheonman. Aparte de la Expo apenas pude visitar tres lugares más, dos que ya conocía y otro que no me interesaba demasiado. Cabría preguntarse entonces si mereció la pena el viaje, y la respuesta es un sí rotundo: primero por la riquísima comida, y segundo porque cualquier sitio es mejor que la oficina (especialmente siendo verano y sabiendo que casi no encienden el aire acondicionado, por culpa de un ajeossi codicioso).
DÍA 1: SET DE RODAJE Y EXPO DE JARDINERÍA
Tras un viaje en KTX (en primera clase, para que se note que también viajaba un gran jefe) de 3 horas dedicado a surfear por internet, al llegar a Suncheon alquilamos dos coches. Viajar en un coche conducido por un coreano siempre es una aventura, y me quedó la sensación de que el conductor que me tocó en gracia bien podía dedicarse a conducir taxis en Seúl o autobuses en Busan, porque el estilo de conducción era similar. Y luego se sorprenden de que me ponga el cinturón de seguridad yendo en el asiento trasero. Un caso de moto me pondría si pudiera.
Lo primero fue reponer fuerzas tras el agotador viaje en tren (hoho) y tomamos una especialidad de la región como es el tteokgalbi (carne de costillar a la brasa). Curiosamente fuimos al mismo restaurante que el año pasado, lo cual me hace pensar que debe ser propiedad de algún familiar de alguien que conoce a alguien. Sin problema, porque la comida estaba muy buena.
Con el estómago lleno nos encaminamos al set de rodaje de dramas de Suncheon, uno de esos lugares donde las productoras graban dramas y películas coreanas ambientadas en la época que recrea el lugar. En este caso se recrean dos lugares de la Corea de la posguerra. En la parte baja está el Suncheon de la década de 1950; y en la parte alta el barrio Daldongnae en 1970, uno de los barrios más pobres de Seúl en aquella época. Es relativamente interesante, aunque ya está bastante deteriorado.
El punto fuerte se suponía que sería la Expo de Jardinería de la Bahía Suncheonman, un intento de mantener viva la llama (léase flujo de visitantes con dinero) de la Expo Internacional de Yeosu del año anterior. Si bien la Expo de Yeosu tenía muchos puntos de interés, esta Expo de Jardinería baja bastante el nivel. Puede ser interesante para ciertos públicos, pero no recomendaría la visita a menores de 40 años a menos que tengan algún tipo de interés profesional en el sector.
También visitamos brevemente la Bahía Suncheonman. Ya la conocía, y además en la misma época del año, por lo que poco pude hacer excepto saludar a los cangrejitos. Este lugar es muy interesante, y me gustaría visitarlo en otoño para ver los carrizos dorados meciéndose bajo un cielo azul. Un mismo paisaje puede cambiar radicalmente en distintas estaciones del año, y este humedal es un buen ejemplo.
Tras cerrar la jornada con un festín de sashimi y especialidades locales, nos encaminamos a un hotel low cost muy cutre pero más que apto porque estaba recién construido. Como nadie quiso aprovechar el tiempo visitando algún otro lugar, y Suncheon tiene menos vida que un condado amish los domingos por la mañana, esa noche pude dormir más de diez horas. ¡Diez horas! No dormía tanto desde hace años :)
DÍA 2: TEMPLO SEONAMSA
Tras un platazo de Sundaeguk (el desayuno de los campeones), nos dirigimos a Seonamsa, uno de los templos más bonitos de Corea. Me hacía ilusión verlo de nuevo, pese a haberlo visitado justo 365 días antes. La subida por el Parque de la Montaña Jogyesan es preciosa, y además gran parte del camino va paralelo a un río poco caudaloso pero de una belleza natural deslumbrante. El punto más reconocible de esta subida es el puente Seungseon, considerado uno de los más bellos de Corea. Y su fama no es en absoluto inmerecida.
De Seonamsa poco puedo decir. Es uno de los principales templos de Corea, pese a no albergar ninguna reliquia de gran importancia. De cara al futuro me gustaría visitar Songgwangsa, el otro templo de la montaña Jogyesan. Y si es en otoño, cuando los montes coreanos se tiñen de múltiples colores, mejor que mejor.
Antes de marcharnos tuvimos la oportunidad de participar en una actividad del templo, consistente en preparar pastelitos tradicionales coreanos usando moldes de madera. Muy interesante, y con un resultado muy dulce. La ceremonia del té tampoco estuvo mal para finalizar la visita.
Al devolver el coche di gracias a todos los dioses cuyo nombre pude recordar, por haberme permitido sobrevivir a la conducción de un ajeossi tan acelerado al volante como en la oficina. Poco después me acomodé en mi asiento del tren, y a surfear otras tres horas hasta llegar a Seúl.
Como novedad absoluta que quizá se repita a todos más viajes, incluso de forma retroactiva, dejo un vídeo de Youtube con las mejores fotos del viaje. No le puse música porque las opciones con licencia no me convencieron, y la música que me convence me pude dar problemas de copyright, así que cada uno se ponga la música que le guste. Enjoy!
Simplemente HERMOSO *.* seguro que si llego a ver uno de esos variopintos paisajes que tiene Corea me quedo ciega o algo,ver todos los días esta "selva de asfalto" -la canción he he- debe haber producido algún efecto en mi.
ResponderEliminarLos paisajes son algo para ver y no olvidar, y ya quisiera yo reponer un "agotador viaje" con esa comida.
Sí, yo a veces también me canso de la jungla de asfalto de Seúl. Estas salidas, aunque esporádicas y cortitas, me vienen de maravilla.
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