Cambio de marcianito

Tras dos años y pico con el marcianito original, lo he cambiado por uno nuevo. Es curioso lo de los móviles, tras una primera década haciéndose cada vez más pequeños, llevan ya un par de años haciéndose cada vez más grandes. Parece un sinsentido, pero la tendencia está clara y confirmada por modelos que ya no caben en un bolsillo de tamaño medio. Y en Corea, si alguien tiene la tentación de regresar a un móvil pequeño que solo sirva para hacer y recibir llamadas y SMSs lo lleva claro porque ya no se venden. Algunas tiendas cerca de los núcleos de harabeojis (Parque Tapgol, por ejemplo) aún tienen modelos viejos, pero cuestan tanto como los nuevos. El mensaje es claro: vas a consumir quieras o no.

En fin, que me lío, que he cambiado de móvil y ahora cargo un LG Optimus LTE III (telita con el nombre, por cierto, solo le falta la coletilla de "Y Todos Los Santos"). Y lo he hecho a mi pesar, y voy a explicar por qué. En Corea la velocidad nunca es suficiente, y esto se aplica también al internet móvil. 3G no era suficiente, y salieron los móviles HSDPA como el que tenía antes. Pero eso era demasiado lento, y surgieron los LTE. Ahora los LTE tampoco sirven, y ya están empezando a anunciar los LTE-A. Los coreanos quieren ver chicas en bikini a gran resolución y las quieren ahora, 5 segundos de espera es demasiado.

Yo estaba muy contento con mi HSDPA, para el cual tenía una tarifa plana, pero las tarifas LTE son más baratas. Sí, más velocidad a menor coste. El truco es que ya no hay tarifas planas a menos que se pague una barbaridad. Sin problema, como ahora paso menos tiempo en el metro los 550 Mb de la tarifa más básica son suficientes para mí.

Tras pasar más de dos años con el mismo móvil, me siento un bicho raro, porque lo común en Corea es cambiar de móvil en cuanto sale un nuevo modelo. El iPhone 4S es genial, pero pasa a ser un motivo de vergüenza en cuanto sale el iPhone 5. Lo único que evita cambios trimestrales en los móviles es que ahora las compañías imponen contratos de 2 años, y al cancelarlos hay que pagar una compensación.

Y los móviles se usan demasiado. En el metro, en el trabajo, en clase, caminando por la calle, conduciendo... parece que pasar 5 minutos sin revisar el KakaoTalk puede provocar una crisis de ansiedad. Niños chateando, ancianos jugando al Anipang, oficinistas revisando la bolsa... es como si la gente quisiera aislarse del mundo y vivir en su burbuja digital. En el metro nadie aparta la vista de la pantalla del móvil. Si se le acaba la batería la cambian en cuestión de segundos. Una vez vi una chica con la mirada clavada en la pantalla de su móvil ¡que estaba apagado!

Y yo, que a veces hago algún intento por adaptarme, me convierto en uno más. En el metro voy leyendo la prensa, en el ascensor reviso el Twitter y leo más emails vía móvil que en el ordenador. Reconozco que es muy útil y ahorra mucho tiempo, pero también empiezo a pensar que se usa en exceso. Hace 15 o 20 años nadie tenía móvil, y el mundo giraba igual que ahora. No era necesario estar disponible todo el tiempo, y eso no suponía ningún problema. Podíamos pasar semanas sin contactar con algunos amigos, y no dejaban de ser amigos. ¿De verdad es necesario enviar sonrisitas vía Whasapp todos los días?

En cualquier caso, una de las mejores aplicaciones que uso es Endomondo. Permite hacer un seguimiento de cada vez que salgo a correr, y estoy tan contento con esta aplicación que incluso pagué unos céntimos por la versión Pro. Y aprovecho para mostrar el invento que hice para llevar el móvil cuando salgo a trotar. Las bandas para brazo no me convencen porque se empañan y no hay forma de ver la pantalla, así que recordé aquel viejo consejo de "todo se puede arreglar con cinta adhesiva o velcro", y ahí queda el resultado. Una funda para el día a día y otra para hacer deporte. ¡Yo también estoy cayendo en el consumismo!

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