Anécdotas de una fábrica de Irlanda, parte IV
Hace ya tiempo que inicié la serie de anécdotas de una fábrica de Irlanda. La verdad es que ya la había dado por concluida, pero me he dado cuenta de que se me habían quedado algunas en el tintero digital. Como siempre, todas estas historias están basadas en la realidad más delirante y pueden ser verificadas por otros testigos.16. El electrónico del pueblo. En el pueblo había un antiguo inmigrante polaco de lo más peculiar. El hombre era un técnico electrónico de los de antes, de los que hacían inductancias a mano. Iba siempre con un puro en la boca, como en las películas de mafiosos. Se ganaba la vida arreglando las televisiones y demás electrodomésticos de los vecinos, para quienes era una especie de mago. En el pueblo se le recuerda por haber puesto en marcha una antena parabólica de 7 metros de diámetro para un vecino. En la fábrica también nos echaba una mano de vez en cuando, como el día que arregló la placa base de un servidor soldándole unos condensadores que quitó de una nevera que tenía tirada en el jardín. Un crack de los que ya no hay.
17. Halloween es para emborracharse (aún más). Halloween es una fiesta importante, pero no es festivo. Un año, al levantarme para ir a trabajar al día siguiente de Halloween, vi una escena de lo más peculiar por la ventana. En el jardín de la casa donde vivía estaba un muchacho durmiendo la mona. Así, tirado en la hierba toda la noche, bajo el rocío. Y el rocío en Irlanda, en el mes de noviembre, sirve para hacer granizados. Al salir de la casa tuve la tentación de tocarlo con un palo, más que nada para comprobar si estaba vivo, pero me lo pensé mejor y decidí no estropearle la noche. Me contaron que después, a eso del mediodía, se despertó y se marchó tambaleándose.
18. Gasolina en lugar de diesel. La víctima: un irlandés retornado de Inglaterra, acomodado en un puesto en el que no daba ni golpe, sin preparación para el mucho dinero que movía, y bajo la sospecha de recibir favores de los proveedores a cambio de más pedidos. Los verdugos: dos jóvenes españoles bien preparados, con muchas ganas de poner las cosas a funcionar como es debido, con el apoyo de la dirección, y pocos remordimientos. La situación: reunión de una hora en la que ponen verde al vago, que se da cuenta de que se le terminó el chollo y es hora de empezar a hacer las cosas bien. Resultado: al salir de trabajar, lo primero que hace es parar en la gasolinera y echarle gasolina a su coche, que casualmente es diesel. Y ojo, que las mangueras de diesel no encajan en la boquillas de gasolina. A saber cómo se las arregló, pero el motor del coche murió en el intento de arrancada.
19. La limpiatazas. Un compañero tenía una taza que usaba para tomarse un té de vez en cuando. Sin embargo, desafiando las costumbres locales, le gustaba llevarse la taza a casa para lavarla. Cuando empezó a trabajar una nueva encargada de la limpieza, esta empezó a lavarle la taza. El amigo solo sabía que, en algún momento de la mañana mientras estaba fuera de la oficina, su taza era lavada y colocada a secar sobre un trapo. Todo bien, y durante unas semanas fue feliz sabiendo que ya no tenía que lavarse la taza. Hasta que un día vio cómo la mujer lavaba la taza: usando el trapo de limpiar los muebles, mojado en el agua de fregar el suelo. Y eso tras haber limpiado casi todas las oficinas antes de llegar a la suya. El té ya nunca le supo igual.
20. La gran anécdota del calzoncillo. Me he dejado para el final la anécdota más graciosa de mis cuatro años y pico en Irlanda. No sé muy bien cómo contarla, porque la situación es imposible de reproducir sin que pierda toda la gracia, así que la resumiré y luego que cada cual reflexione sobre el tema. Un compañero español tuvo una breve reunión en la oficina de una andaluza que también trabajaba en la fábrica. Poco después, esta mujer le llama por teléfono y le dice, textualmente "Chico, ven aquí de vuelta, que te has dejado los calzoncillos". Imposible, pensó él, pero allí fue y efectivamente sus calzoncillos estaban en el suelo. La mujer no se pudo reprimir y le contó la historia a todo el mundo, ante el disgusto de su marido, un irlandés que también trabajaba en la fábrica. La explicación del incidente fue que la noche anterior se había desnudado aprisa para darse una ducha, los calzoncillos usados quedaron en la pernera del pantalón, y al día siguiente se puso el mismo pantalón con la prenda interior haciendo equilibrios sobre el calcetín, para terminar cayendo en la oficina de marras. Increíble, ¿verdad? Pues doy fe de que es verídico.
Y así termina la serie, pero faltan dos capítulos especiales presentando a dos personajes: el matón y el superborracho. Y esos sí que tienen historias increíbles.
Muy buenas anécdotas. Para mí las mejores sin duda son la de la limpiatazas y, como no, la gran historia del calzoncillo, jeje, lo veo como si hubiera estado allí. Gracias por compartirlas me reí un montón:D
ResponderEliminarLa limpiatazas y lo del calzoncillo merecen sendas películas con la etiqueta "Basada en hechos reales". No te puedes imaginar las agujetas abdominales que provocaron en su momento :D
EliminarJa, si no los conoces, te crees que los países nórdicos (y aledaños) son aburridos, pero nada de eso.
ResponderEliminarNo había leído ningún post sobre las anécdotas de la fábrica hasta ahora. De lo que más me gustó fue lo de la pierna rota y el pobre hombre atacado por una bicicleta, pero lo de plantar pinos fue lo mejor. xD Me mató, jo. De lo del calzoncillo no digo nada porque apuesto a que el pobre estaba más rojo que un tomate. xD
Lo de la limpiatazas tampoco me parece tan malo. A fin de cuentas así se adquieren más anticuerpos. :)
Está muy bien todo, me gusta tu manera de narrar las cosas. Sobre todo cuando se trata de hallyu. xDD
Ojalá haya más de esas pronto... Cuatro años tienen que estar llenos de anécdotas. Y qué digo cuatro años, también están los otros lugares en que han estado. :O Coff, coff, la sutil me dicen, por mis indirectas. :B
Cuanto más al norte, menos luz y más alcohol. Eso explica mucho ;)
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