Referencias a Corea en un libro de Frank McCourt
Hace unos meses (cuando aún tenía tiempo libre) leí "Teacher Man", el tercer libro autobiográfico de Frank McCourt, y mientras lo leía me encontré con un par de referencias a Corea que me tomaron por sorpresa, pero que me parecen muy interesantes. La primera es una nota humorística sobre el kimchi, y la segunda es la constatación de que los coreanos emigrantes están igual de obsesionados con la educación como los que permanecen en Corea.Antes de entrar en materia quiero presentar un poco a este escritor, para ponernos en situación. Frank McCourt nació 1930 en Nueva York, hijo de dos irlandeses emigrados. A la edad de 5 años su familia retornó a Irlanda, y Frank pasó su infancia en la ciudad de Limerick, en una pobreza casi absoluta. A los 19 años retornó a Nueva York y tuvo diversos trabajos hasta que se hizo profesor, ejerciendo en diversos institutos hasta su jubilación en 1988. Entonces decidió plasmar en un libro las historias sobre su infancia que solía contar a sus alumnos. Ese libro se llama "Angela's Ashes" (Las Cenizas de Angela) y fue un gran éxito que le reportó el premio Pulitzer, y que fue incluso llevado al cine. Tras este éxito escribió dos libros más: 'Tis ("Lo es", una continuación del anterior, en el que narra su vida como emigrante un tanto pendenciero en Estados Unidos) y Teacher Man ("El Profesor", en el que cuenta sus experiencias como profesor). Frank McCourt falleció en julio de 2009.
Yo viví más de cuatro años en Irlanda, cerca de Limerick, y conozco bastante bien la ciudad. Por eso, cuando vi la película "Las Cenizas de Angela" decidí que tenía que leer el libro. Y me impactó. Es un libro que describe excelentemente las penurias por las que pasó Irlanda, y la forma de ser de los irlandeses. Y presenta una ciudad de Limerick que es poco menos que un atentado contra la vida: siempre fría y húmeda, cuyos habitantes padecen la pobreza y el hambre. Poco después leí 'Tis, que también me gustó aunque está un escalón por debajo del anterior, y recientemente terminé "Teacher Man", que es el libro del cual copiaré los dos extractos de los que hablaba. Estos libros los leí en inglés, y voy a traducir yo mismo los textos, por lo que habrá diferencias con la traducción "oficial", pero espero que podáis entender lo que McCourt quería decir...
PRIMERO (capítulo 13, página 204):
" Hay dos formas básicas de captar la atención del adolescente americano: sexo y comida. Debes tener cuidado con el sexo. La noticia llega a los padres y te echan una bronca para explicar porqué estás dejando a tus estudiantes de literatura leer historias sobre sexo. Puntualizas que que fue hecho con buen gusto, con la idea del romance más que la biología. No es suficiente.
Kenny DiFalco llamó desde el fondo de la clase para preguntar si me gustaría un mazapán. Levantó algo blanco y dijo que lo había hecho él mismo. Le dije con mis maneras de profesor serio que comer o beber en clase iba contra las reglas y qué era un mazapán en cualquier caso. Pruébalo, dijo. Estaba delicioso. Hubo un coro de peticiones de mazapán, pero Kenny dijo que no le quedaban. Mañana traería treinta y seis mazapanes, que, por supuesto, haría él mismo. Entonces Tommy Exposito dijo que traería algunas cosas del restaurante de su padre. Podían ser restos pero se aseguraría de que fuesen buenos y estuviesen calientes. Eso empezó un coro de ofertas. Una chica coreana dijo que traería algo que su madre hacía, kimchi, una col picante que podía arrancarte el paladar. Kenny dijo que con toda esta comida deberíamos olvidarnos de la clase, encontrarnos mañana en la plaza de al lado y desplegarlo todo sobre la hierba. También dijo que deberíamos recordar traer servilletas y cubiertos plásticos. Tommy dijo que no, que nunca comería las albóndigas de su padre con plástico. Tenía la intención de traer treinta y seis cubiertos y no le importaría nada si los usábamos para las otras comidas. Sugirió también que el señor McCourt fuera excusado de traer nada. Ya es bastante duro enseñar a niños sin tener que alimentarlos también.
Al día siguiente los paseantes del parque se paraban para ver lo que hacíamos. Un médico del Hospital Beth Israel dijo que nunca había visto semejante despliegue de comida. Cuando se le ofrecieron trozos y sorbos, emitió gruñidos de placer hasta que probó el kimchi y tuvo que suplicar por una bebida fría para su paladar quemado.
En vez de desplegar la comida sobre la hierba la colocamos sobre los bancos del parque. Había platos judíos (kreplach,m matzos, pescado gefilte), italianos (lasaña, las albóndigas de Tommy, ravioli, risotto), chinos, coreanos, una enorme carne asada para treinta y seis personas hecha de carne de vaca, ternera, patatas, cebollas. Un coche de policía patrullaba cerca. Los policías querían saber qué estaba sucediendo. Se supone que no puedes hacer ferias de comida en el parque sin permiso del ayuntamiento. Les expliqué que era una lección de vocabulario y que mirasen lo que mis estudiantes estaban aprendiendo. Los policías dijeron que nunca habían tenido una lección de vocabulario así en la escuela católica, todo parecía delicioso, y les dije que deberían salir del coche y probar algo. Cuando el médico del Beth Israel les advirtió que tuvieran cuidado con el kimchi ellos pidieron que se lo pasaran, que no había una comida picante de Vietnam y Tailandia que no hubiesen probado. Tomaron un poco y aullaron pidiendo algo frío. Antes de marcharse, preguntaron con qué frecuencia planeábamos tener estas clases de vocabulario.
Kenny DiFalco llamó desde el fondo de la clase para preguntar si me gustaría un mazapán. Levantó algo blanco y dijo que lo había hecho él mismo. Le dije con mis maneras de profesor serio que comer o beber en clase iba contra las reglas y qué era un mazapán en cualquier caso. Pruébalo, dijo. Estaba delicioso. Hubo un coro de peticiones de mazapán, pero Kenny dijo que no le quedaban. Mañana traería treinta y seis mazapanes, que, por supuesto, haría él mismo. Entonces Tommy Exposito dijo que traería algunas cosas del restaurante de su padre. Podían ser restos pero se aseguraría de que fuesen buenos y estuviesen calientes. Eso empezó un coro de ofertas. Una chica coreana dijo que traería algo que su madre hacía, kimchi, una col picante que podía arrancarte el paladar. Kenny dijo que con toda esta comida deberíamos olvidarnos de la clase, encontrarnos mañana en la plaza de al lado y desplegarlo todo sobre la hierba. También dijo que deberíamos recordar traer servilletas y cubiertos plásticos. Tommy dijo que no, que nunca comería las albóndigas de su padre con plástico. Tenía la intención de traer treinta y seis cubiertos y no le importaría nada si los usábamos para las otras comidas. Sugirió también que el señor McCourt fuera excusado de traer nada. Ya es bastante duro enseñar a niños sin tener que alimentarlos también.
Al día siguiente los paseantes del parque se paraban para ver lo que hacíamos. Un médico del Hospital Beth Israel dijo que nunca había visto semejante despliegue de comida. Cuando se le ofrecieron trozos y sorbos, emitió gruñidos de placer hasta que probó el kimchi y tuvo que suplicar por una bebida fría para su paladar quemado.
En vez de desplegar la comida sobre la hierba la colocamos sobre los bancos del parque. Había platos judíos (kreplach,m matzos, pescado gefilte), italianos (lasaña, las albóndigas de Tommy, ravioli, risotto), chinos, coreanos, una enorme carne asada para treinta y seis personas hecha de carne de vaca, ternera, patatas, cebollas. Un coche de policía patrullaba cerca. Los policías querían saber qué estaba sucediendo. Se supone que no puedes hacer ferias de comida en el parque sin permiso del ayuntamiento. Les expliqué que era una lección de vocabulario y que mirasen lo que mis estudiantes estaban aprendiendo. Los policías dijeron que nunca habían tenido una lección de vocabulario así en la escuela católica, todo parecía delicioso, y les dije que deberían salir del coche y probar algo. Cuando el médico del Beth Israel les advirtió que tuvieran cuidado con el kimchi ellos pidieron que se lo pasaran, que no había una comida picante de Vietnam y Tailandia que no hubiesen probado. Tomaron un poco y aullaron pidiendo algo frío. Antes de marcharse, preguntaron con qué frecuencia planeábamos tener estas clases de vocabulario.
* Como se puede ver, el kimchi ya causaba daños en los Estados Unidos allá por los años 60.
SEGUNDO (capítulo 15, página 240):
" Ken era un chico coreano que odiaba a su padre. Relató a la clase como debía tomar clases de piano pese a no tener un piano. Su padre le hacía practicar notas en la mesa de la cocina hasta que se pudieran permitir comprar un piano, y si su padre sospechaba que no estaba practicando apropiadamente le golpeaba los dedos con una espátula. A su hermana de seis años también. Cuando consiguieron un piano de verdad y ella tocó "Chopsticks", la arrastró del taburete a su habitación, cogió un montón de ropa de sus cajones, la metió en una funda de almohada, y la arrastró abajo hasta el pasillo para que pudiera ver como la lanzaba a la incineradora.
Eso le enseñaría a practicar como es debido.
Cuando Ken estaba en la escuela primaria tuvo que unirse a los Boy Scouts para amontonar medallas al mérito, más que nadie en su cuadrilla. Más tarde, en el instituto, su padre insistió en que debía ascender a Eagle Scout porque daría buena impresión cuando Ken presentase su solicitud para entrar en Harvard. Ken no quería gastar su tiempo intentando ser Eagle Scout pero no tuvo otra opción. Harvard estaba en el horizonte. También, su padre le obligaba a sobresalir en las artes marciales, y subir de cinturón en cinturón hasta alcanzar el negro.
Obedeció en todo hasta llegar a la elección de universidad. Su padre le dijo que debía concentrarse en ingresar en dos universidades: Harvard y el M.I.T. Incluso allá en Corea todos saben que son los sitios a los que debes ir.
Ken dijo que no. Iba a solicitar el ingreso en Stanford, en California.Quería vivir en el otro lado del continente, tan lejos de su padre como le fuera posible. Su padre dijo que no. No lo permitiría. Ken dijo que si no iba a Stanford no iría a ninguna universidad. Su padre avanzó hacia él en la cocina, amenazándolo. Ken, experto en artes marciales, dijo "inténtalo, papá", y papá retrocedió. Papá pudo haber dicho de acuerdo. Haz lo que quieras, pero ¿qué dirían lo vecinos? ¿Qué dirían en la iglesia? Imagínate tener un hijo graduado en el Instituto Stuyvesant que se niega a ir a Harvard. Papá caería en desgracia. Sus amigos enviarían con orgullo a sus hijos a Harvard y el M.I.T. y si Ken tuviera algo de consideración por la reputación de su familia se olvidaría de Stanford.
Me escribió desde Stanford. Le gustaba el sol de allá. La universidad era más fácil que el Instituto Stuyvesant, menos presión, menos competitividad. Acababa de recibir una carta de su madre, que le pedía que se concentrase en sus estudios y que no participase en actividades extracurriculares. Nada de deportes, ni clubs, nada, y a menos que alcanzase sobresalientes en todas las asignaturas no debía volver a casa por Navidad. El decía, en la carta, que le parecía bien. De todas formas no quería ir a casa por Navidad. Iría a casa sólo por ver a su hermana.
Apareció en mi clase unos días antes de Navidad y me dijo que yo le había ayudado a superar el último año de instituto. En algún momento había soñado con entrar en un callejón con su padre y que sólo pudiera salir uno. Él sería el que saliera, por supuesto, pero allá en Stanford comenzó a pensar acerca de su padre y cómo debía ser eso de venir desde Corea, trabajar día y noche vendiendo frutas y hortalizas cuando apenas sabía el inglés suficiente como para llegar al final del día, resistiendo, desesperado por conseguir para sus hijos la educación que él no nunca tuvo en Corea, con la que no podrías ni soñar en Corea, y entonces, en una clase de inglés en Stanford, cuando Ken fue llamado por un profesor para hablar acerca de su poema favorito, lo que apareció en su mente fue "My Papa's Waltz" (El Vals de mi papá) y, Dios, fue demasiado, se desmoronó y lloró delante de toda aquella gente, y el profesor fue estupendo, puso su brazo en el hombro de Ken y lo condujo por el pasillo a su oficina hasta que se pudo recuperar. Pasó una hora en la oficina del profesor, hablando y llorando, el profesor diciendo que estaba bien, él tenía un padre del que pensaba que era un vil hijo de perra judío polaco, olvidando que ese vil hijo de perra había sobrevivido a Auschwitz y llegado a California y criado al profesor y a otros dos niños, regentaba una charcutería en Santa Barbara, con cada órgano de su cuerpo amenazando con el colapso, minado por el campo de concentración. El profesor dijo que tenían dos padres que tenían un montón de qué hablar aunque eso nunca sucedería. El tendero coreano y el charcutero judío polaco nunca podrían encontrar las palabras que salen tan fácilmente en una universidad. Ken dijo que se había sacado un gran peso de encima en la oficina del profesor. O podrías decir que venenos de topo tipo habían salido de sus venas. Algo así. Ahora iba a comprar una corbata para su padre y flores para su madre por Navidad. Sí, era una locura comprar flores cuando ellos mismos las venden en su tienda, pero había una gran diferencia entre las flores que compras en la tienda coreana de la esquina y las flores que compras de un florista auténtico. Seguía pensando en una frase del profesor, que el mundo debería dejar al padre judío polaco y al padre coreano sentarse al sol con sus esposas, si eran tan afortunados como para tenerlas. Ken se rió de cómo se había emocionado el profesor. Simplemente dejarles sentarse bajo el maldito sol. Pero el mundo no les dejaría porque no hay nada más peligroso que dejar que unos vejestorios se sienten al sol. Podrían ponerse a pensar. Paso lo mismo con los niños. Mantenlos ocupados o podrían empezar a pensar. "
Eso le enseñaría a practicar como es debido.
Cuando Ken estaba en la escuela primaria tuvo que unirse a los Boy Scouts para amontonar medallas al mérito, más que nadie en su cuadrilla. Más tarde, en el instituto, su padre insistió en que debía ascender a Eagle Scout porque daría buena impresión cuando Ken presentase su solicitud para entrar en Harvard. Ken no quería gastar su tiempo intentando ser Eagle Scout pero no tuvo otra opción. Harvard estaba en el horizonte. También, su padre le obligaba a sobresalir en las artes marciales, y subir de cinturón en cinturón hasta alcanzar el negro.
Obedeció en todo hasta llegar a la elección de universidad. Su padre le dijo que debía concentrarse en ingresar en dos universidades: Harvard y el M.I.T. Incluso allá en Corea todos saben que son los sitios a los que debes ir.
Ken dijo que no. Iba a solicitar el ingreso en Stanford, en California.Quería vivir en el otro lado del continente, tan lejos de su padre como le fuera posible. Su padre dijo que no. No lo permitiría. Ken dijo que si no iba a Stanford no iría a ninguna universidad. Su padre avanzó hacia él en la cocina, amenazándolo. Ken, experto en artes marciales, dijo "inténtalo, papá", y papá retrocedió. Papá pudo haber dicho de acuerdo. Haz lo que quieras, pero ¿qué dirían lo vecinos? ¿Qué dirían en la iglesia? Imagínate tener un hijo graduado en el Instituto Stuyvesant que se niega a ir a Harvard. Papá caería en desgracia. Sus amigos enviarían con orgullo a sus hijos a Harvard y el M.I.T. y si Ken tuviera algo de consideración por la reputación de su familia se olvidaría de Stanford.
Me escribió desde Stanford. Le gustaba el sol de allá. La universidad era más fácil que el Instituto Stuyvesant, menos presión, menos competitividad. Acababa de recibir una carta de su madre, que le pedía que se concentrase en sus estudios y que no participase en actividades extracurriculares. Nada de deportes, ni clubs, nada, y a menos que alcanzase sobresalientes en todas las asignaturas no debía volver a casa por Navidad. El decía, en la carta, que le parecía bien. De todas formas no quería ir a casa por Navidad. Iría a casa sólo por ver a su hermana.
Apareció en mi clase unos días antes de Navidad y me dijo que yo le había ayudado a superar el último año de instituto. En algún momento había soñado con entrar en un callejón con su padre y que sólo pudiera salir uno. Él sería el que saliera, por supuesto, pero allá en Stanford comenzó a pensar acerca de su padre y cómo debía ser eso de venir desde Corea, trabajar día y noche vendiendo frutas y hortalizas cuando apenas sabía el inglés suficiente como para llegar al final del día, resistiendo, desesperado por conseguir para sus hijos la educación que él no nunca tuvo en Corea, con la que no podrías ni soñar en Corea, y entonces, en una clase de inglés en Stanford, cuando Ken fue llamado por un profesor para hablar acerca de su poema favorito, lo que apareció en su mente fue "My Papa's Waltz" (El Vals de mi papá) y, Dios, fue demasiado, se desmoronó y lloró delante de toda aquella gente, y el profesor fue estupendo, puso su brazo en el hombro de Ken y lo condujo por el pasillo a su oficina hasta que se pudo recuperar. Pasó una hora en la oficina del profesor, hablando y llorando, el profesor diciendo que estaba bien, él tenía un padre del que pensaba que era un vil hijo de perra judío polaco, olvidando que ese vil hijo de perra había sobrevivido a Auschwitz y llegado a California y criado al profesor y a otros dos niños, regentaba una charcutería en Santa Barbara, con cada órgano de su cuerpo amenazando con el colapso, minado por el campo de concentración. El profesor dijo que tenían dos padres que tenían un montón de qué hablar aunque eso nunca sucedería. El tendero coreano y el charcutero judío polaco nunca podrían encontrar las palabras que salen tan fácilmente en una universidad. Ken dijo que se había sacado un gran peso de encima en la oficina del profesor. O podrías decir que venenos de topo tipo habían salido de sus venas. Algo así. Ahora iba a comprar una corbata para su padre y flores para su madre por Navidad. Sí, era una locura comprar flores cuando ellos mismos las venden en su tienda, pero había una gran diferencia entre las flores que compras en la tienda coreana de la esquina y las flores que compras de un florista auténtico. Seguía pensando en una frase del profesor, que el mundo debería dejar al padre judío polaco y al padre coreano sentarse al sol con sus esposas, si eran tan afortunados como para tenerlas. Ken se rió de cómo se había emocionado el profesor. Simplemente dejarles sentarse bajo el maldito sol. Pero el mundo no les dejaría porque no hay nada más peligroso que dejar que unos vejestorios se sienten al sol. Podrían ponerse a pensar. Paso lo mismo con los niños. Mantenlos ocupados o podrían empezar a pensar. "
Este segundo extracto describe bastante bien la vida de muchos emigrantes coreanos (y asiáticos en general) en Estados Unidos, trabajando de sol a sol para darle a sus hijos las oportunidades que ellos no tuvieron, y los contrastes con la personalidad de sus hijos, la segunda generación, criados ya con la filosofía americana. Me parece un reflexión muy inspiradora.
Y nada más. Recomiendo leer el libro, y si es en el idioma original mejor, porque en las traducciones siempre se pierden muchas cosas.
→ Y si te apetece leer el libro completo, puedes comprarlo aquí.
No se como es que nadie ha comentado este post, lo leí y me dejo conmovida la parte el segundo extracto de la obra, seguro lo buscaré y leeré completo. Genial tu trabajo, estoy enamorada de la cultura coreana y siento que con tu blog me acerco un poco mas a las cosas buenas como a las malas :D. Gracias
ResponderEliminarA mí también me gustaron mucho esas dos partes, por eso las traduje en este post. Pero ojo, que el resto del libro no tiene nada que ver con Corea ni Asia. Muy recomendables los tres, eso sí, pero más si se ha convivido con los irlandeses.
EliminarHola Felipe, no había leído este post, pero una vez más me encantó y definitivamente buscaré los otros dos libros para leerlos. Angela's Ashes me gustó e impactó precisamente por la forma en que describe todas las visicitudes de Angela y su familia. Saludos y gracias por la recomendación literaria.
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