Un día en mi vida (Irlanda, 2006)
Yo no fui a Irlanda a aprender inglés, ni de vacaciones. Fui a trabajar, y eso es lo que hice durante 4 años y 4 meses. Por supuesto, también aproveché para viajar por la isla y por algún otro lugar de Europa (como Londres y Venecia), y para tomarme mis buenas pintas en los pubs, pero mi ocupación era el trabajo, y a eso me dediqué. Para muestra, un botón. Así era un día típico en mi vida en Irlanda.6:50 Suena el despertador. Era un reloj meteorológico, así que ya podía ver qué tal iba el tiempo fuera (casi siempre mal). Desayuno, afeitado, y a trabajar.
7:30 Entrada en la fábrica. Aunque la hora oficial de inicio eran las ocho, íbamos antes para consultar con el turno de noche antes del relevo, por si había habido algún problema nocturno. Antes de llegar a la oficina, hacía una ronda por toda la planta. Muchas veces ya ni llegaba a pisar la oficina antes de comer.
13:30 Pausa para comer, quizá el momento más frenético del día. Una hora para: ir a casa, preparar la comida, comer, lavar los cacharros, y regresar a la fábrica. Y muchas veces también aprovechaba para poner la lavadora o tender la ropa. Eso era velocidad. En cuanto al menú, consistía en diferentes combinaciones de huevos o filete de vaca/cerdo/pollo/pavo con pasta/arroz y salsa de tomate/mayonesa. Alguna gente decía que siempre comía lo mismo, pero si hacéis cuentas veréis que son 20 combinaciones diferentes ;)
14:30 Regreso a la fábrica. Muchas horas por delante, y mucho trabajo. Los irlandeses empezaban a desfilar a las 17:30, así que hasta esa hora era el momento de trabajar en equipo. A partir de las 18:00, y hasta la hora que fuese, era el momento tranquilo del día que utilizaba para gestiones administrativas, recuperar trabajos atrasados y organizar el día siguiente. Eso si había suerte, porque las máquinas tienen un sexto sentido para adivinar cuándo sus cuidadores están recogiendo para marcharse, y muchas veces aprovechaban justo ese momento para dar problemas, sobre todo los viernes.
19:30~21:00 Final de la jornada laboral (hora muy variable, a veces acababa antes y otras veces más tarde, porque cada día era diferente). Al llegar a casa: ducha, cena, labores domésticas, una horita con el portátil y al sobre.
23:00 A dormir, con un libro entre las manos. En esta época leía bastante, como un libro al mes. Eran otros tiempos, no había redes sociales, ni blog, ni familia...
Aunque este horario se cumplía casi siempre, la jornada laboral no terminaba ahí. Era norma común pasarse por la fábrica los sábados por la mañana, para comprobar que todo iba bien. Y, más allá de eso, estaba “on call” (de guardia). Esto significaba que en cualquier momento podía sonar el móvil, y debía presentarme en la fábrica a solucionar un problema, ya fuera fin de semana o de noche.
En alguna ocasión me pasé 24 horas consecutivas en la fábrica. Y muchas veces me tocó ir de noche o en fin de semana (o en la coincidencia de ambos, como en sábado noche). También me pasé algún fin de semana casi completo solucionando problemas. Y lo peor no era esto, sino la “parada de planta”, tres semanas en las cuales se paraba toda la fábrica para tareas de mantenimiento. Esas paradas se merecerían un post propio, pero basta decir que llegué a hacer 87 horas de trabajo en una semana. Haced cuentas de cuántas horas son al día...
Pese a este ritmo infernal, me gustaba mucho el trabajo, y tenía unos compañeros estupendos a los que echo mucho de menos. Aprendí muchísimo, y gozaba de bastante libertad para hacer lo que yo considerase mejor. Incluso hubo muchos momentos divertidos. Además, ocupé varias posiciones diferentes, por lo que pude ver el mantenimiento industrial desde muchas perspectivas diferentes: correctivo, preventivo, predictivo, proactivo, gestión, costes, organización, etc. A nivel profesional, fueron los mejores años de mi vida.
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