lunes, 2 de diciembre de 2024
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Apología de los OKR y diferencias con los KPI

Portada del libro Measure What Matters de John Doerr

Las bibliotecas públicas son un servicio fantástico. Entras en una, buscas entre los libros disponibles, y cuando encuentras algo de interés lo puedes leer allí mismo, cómodamente en silencio, con calefacción en invierno y aire acondicionado en verano. Es más, te lo puedes llevar a casa para leerlo a tu ritmo. Las bibliotecas son tan estupendas que si no existieran, habría que inventarlas.

Una de mis contradicciones personales es que, habiendo dicho lo anterior, no estoy registrado en ninguna biblioteca desde hace décadas. Otra todavía mayor es que no las uso en España pero sí en Corea, gorroneando la suscripción de mi paciente esposa. El castigo que recibo por estas contradicciones es que en las bibliotecas coreanas hay montones de libros... en coreano. Por tanto, en vez de poder elegir entre el vasto catálogo de estos centros del conocimiento, me tengo que conformar rebuscando en la limitada sección de libros en inglés.

Como no hay mal que por bien no venga, y como -drogas aparte- no hay nada mejor que las restricciones para estimular la creatividad, a veces termino leyendo libros que no me atraen demasiado pero que resultan ser mucho más interesante de lo esperado. Así es como se cruzó en mi camino Measure What Matters, el libro donde John Doerr hace apología sin rubor de los OKRs como sistema ideal para el fomento de todo lo bueno en el mundo empresarial. Llevaba yo un tiempo dando vueltas a sistemas de establecimiento y seguimiento de métricas y objetivos, que fueran de aplicación en mi empleo, y el evangelio del amigo Doerr me convirtió en devoto a los tres capítulos.

OKR

Un OKR (Objective and Key Results) se basa en dos componentes fundamentales: un Objetivo, que es lo que se quiere lograr, y varios Resultados Clave, que definen cómo se medirá el progreso hacia ese objetivo. No confundir con los famosos KPI (Key Performance Indicator), que no son más que métricas medibles y objetivas para evaluar la evolución de determinados aspectos. Por ejemplo: puede haber un KPI que vigila la facturación por empleado para asegurar que se mantiene estable o tiende a crecer, y un OKR para aumentar la facturación un 50 % a base de un plan de expansión geográfica y una campaña de marketing.

Los OKR ofrecen varios "superpoderes" a las organizaciones. En primer lugar, permiten un enfoque y priorización claros, lo que ayuda a las empresas a centrarse en las iniciativas más importantes. Además, fomentan la alineación y conexión entre los diferentes niveles de la organización, garantizando que los objetivos individuales estén vinculados al plan general. Esta metodología también promueve un seguimiento basado en datos, con revisiones periódicas y una reevaluación continua del progreso. Por último, los OKR motivan a las personas a esforzarse y superar sus límites, promoviendo metas ambiciosas.

Para implementar una metodología basada en OKR de manera efectiva, Doerr sugiere establecer objetivos claros y específicos, así como definir resultados clave que sean medibles y verificables. Para mantener el enfoque, es recomendable limitar el número de resultados clave a entre tres y cinco por objetivo, combinando mediciones cuantitativas y cualitativas que permitan evaluar el progreso en revisiones periódicas. Un punto importante es que los resultados clave se pueden evaluar de forma objetiva (o se consigue o no se consigue), mientras que la valoración de los objetivos puede ser subjetiva e incluso puede derivar en la modificación del objetivo antes de su final. Por ejemplo, un objetivo de expansión en Portugal y Francia se puede considerar un éxito sin haber conseguido ninguna venta en Francia si el negocio en Portugal supera las expectativas; e incluso puede eliminar Francia de la ecuación ya en la primera revisión.

Existen diferentes tipos de objetivos dentro del marco de los OKR. Los objetivos comprometidos son aquellos esenciales para el funcionamiento de la empresa, mientras que los objetivos aspiracionales son desafiantes y están diseñados para impulsar la innovación. Esta dualidad permite a las organizaciones equilibrar la necesidad de cumplir con tareas críticas mientras fomentan la creatividad y el crecimiento. El impacto de los OKR en las organizaciones es significativo porque cambia la filosofía de trabajo, alineando a toda la organización hacia lo verdaderamente importante.

Ejecutivos mirando OKRs
Históricamente, el origen de los OKR se remonta a la década de 1950 con Peter Drucker, quien propuso la gestión por objetivos (MBO, Management by Objectives) para abordar la falta de visión global en las empresas. En la década de 1970, Andy Grove, CEO de Intel, desarrolló los OKR basándose en el método MBO, combinando objetivos ambiciosos con resultados clave medibles. John Doerr trabajó con Grove en Intel, y después se dedicó a hacer apología de esta forma de gestión. Introdujo los OKR en Google en 1999 y más tarde se extendieron como un virus entre empresas tecnológicas como LinkedIn, Twitter y Uber.

En este punto, con tanta teoría, llega el momento de poner un ejemplo aplicable al ámbito personal. Imagina que, como el 95 % de la población, deseas perder algo de peso. Ese sería el objetivo: perder peso. El siguiente paso es definir un plazo y un valor numérico: por ejemplo pasar de 90 a 75 kilos en un año. A continuación se definen unos resultados clave, por ejemplo estos: 1) apuntarte a un gimnasio, 2) acudir al gimnasio al menos tres días por semana, 3) limitar la comida basura a un máximo de dos días al mes, 4) caminar al menos 70.000 pasos semanales, y 5) perder al menos un kilo al mes. Puedes hacer una evaluación mensual, y parece claro que si cada mes has cumplido los cinco puntos, al cabo de un año habrás perdido esos 15 kilitos.

Tal como lo veo yo, ya de vuelta al ámbito corporativo, se puede diseñar un sistema de seguimiento de métricas y objetivos como este:
  • KPI. Se establecen entre tres y siete KPI por área, división o departamento, buscando que representen métricas fundamentales sobre la evolución del negocio y el desempeño del departamento. Estos KPI se actualizan mensualmente (idealmente se podrán consultar en un dashboard automatizado) y se comparan con el valor en años anteriores. Los KPI no cuentan la historia completa, que para eso estaría un ERP o sistema similar que permita bucear en los datos, pero sí permiten detectar de forma temprana desviaciones para investigarlas antes de que se conviertan en un problema.
  • OKR. Cada año (o cada trimestre en caso de sectores muy dinámicos como una start-up tecnológica), se establecen entre dos y cinco OKR para cada directivo, quienes a su vez los trasladarán a sus subordinados en forma de cascada. El responsable marca el objetivo, consensua la magnitud y los tiempos con el ejecutor, y este define los resultados clave que le guiarán hacia la consecución del objetivo. Después, ambos hacen revisiones mensuales en las que los resultados clave son evaluados de forma objetiva y los objetivos se valoran de forma más flexible.

Un par de años iterando con este sistema y la empresa habrá crecido o no, pero lo que es seguro es que nadie se ha dormido en los laureles.

Ponga un OKR en su vida

El siguiente paso es llevar esta filosofía al ámbito personal, quizá con plazos más largos. Ya se sabe que sobrestimamos lo que podemos lograr a corto plazo y subestimamos lo que es posible a largo plazo. Así pues, marquémonos algún objetivo ambicioso a diez o veinte años vista, y unos cuantos resultados clave que guíen en la buena dirección. Cualquier cosa con tal de no caer en el conformismo.

Por cierto, en el libro, Doerr también presenta el concepto CFR (Conversations, Feedback and Recognition) como método para hacer seguimiento efectivo de empleados. Como en este post ya hay siglas suficientes, vamos a dejar este tema para otra ocasión.

Si has llegado hasta aquí es porque el tema te interesa. No era mi intención promocionar el libro pero mira, si quieres puedes comprarlo aquí: https://amzn.to/4cK0Au1
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