El día que recorrí el Canal Grande de Venecia sin saber que terminaría en la isla Lido

El viaje que hice a Venecia, hace años, para pasar un fin de semana con un par de amigos es probablemente el más loco que hice hasta el momento. Tras un día entero recorriendo la ciudad de los mil canales y haciendo el tonto, decidimos que lo mejor antes de regresar a Treviso sería "navegar" un poco por el Canal Grande, la zigzagueante vía de agua que divide la isla en dos partes, y de la cual se ramifican los muchos pequeños canales que dan fama y gloria a Venecia.

La opción de subir a una góndola ya la habíamos descartado bastante antes, apenas unos segundos después de preguntar por precios a un gondolero. Un viajecito, de unos minutos, nos habría costado más de 100 eurazos. Además, las góndolas son para parejitas. Dos mocetones españoles compartiendo una góndola con un rumano no habría encajado bien. Estaba claro, góndolas no.

El problema es que ya era tarde y no había muchas otras posibilidades. Regresábamos hacia la estación de tren cuando, cerca del Ponti degli Scalzi, vimos una estación marítima justo al lado. Nos acercamos y comprobamos que apenas quedaban tres o cuatro barcos por zarpar antes del cierre. Había dos opciones: pasar del tema y montar en un tren que nos llevara de vuelta tranquilamente a nuestro hotel en Treviso, o subir rápidamente a un barco sin saber muy bien qué sucedería después.

Éramos jóvenes y un puntito atolondrados, así que subimos a un barco pensando que, en el peor de los casos, podríamos bajar al final del canal y regresar caminando hasta la estación de tren. El barco empezó a moverse y el precioso panorama que se nos mostraba a ambos lados hizo que no le diésemos más vueltas al asunto.

Venecia no es una sola ciudad, sino dos. Está la Venecia de los preciosos edificios antiguos y las callejuelas retorcidas, que se unen mediante una colección de puentes sobre innumerables canales. Es una ciudad preciosa y única en el mundo, por más que en otros continentes presuman de sucedáneos. Pero hay otra Venecia, que es la que se ve desde los canales. Los edificios tienen puertas hacia el agua, que muchas veces son más grandes y hermosas que las que dan a la calle. En una ciudad de mercaderes que hicieron su fortuna comerciando por vía marítima, esta apertura al agua no resulta extraña.


Aparte de puertas que dan a los canales, muchos edificios también cuentan con pequeños embarcaderos. El tráfico marítimo por los canales es asombroso. La ausencia de vehículos en las calles se compensa con cientos de barquitos en el agua. Las ambulancias y la policía se mueven en barco. En vez de autobuses hay botes de transporte. Algunos ciudadanos cuentan con barcos privados que no dudan en usar. Y luego, claro, están las góndolas de las parejitas que pagan muchos euros por darse el capricho.

Todo muy bonito, sí, pero cuando nos quisimos dar cuenta ya habíamos salido del Canal Grande y de Venecia, sin que el barco hubiese parado ni una vez. Entonces nos fijamos que en los billetes ponía que el destino era Lido. ¿Lido? ¿Qué es Lido?

Lido es una isla cercana a Venecia, comunicada con tierra firme solo mediante barquitos como el que nos había llevado hasta ella. Cuando llegamos ya era prácticamente de noche y no había forma de salir de la isla. Por supuesto no teníamos ni idea de dónde estábamos, y no había hoteles a la vista. ¿Qué haríamos hasta la mañana siguiente?

Al final la noche en la isla desconocida se resume en tres palabras: fiesta, alcohol, y "sinpa". Los detalles se merecen un post dedicado, pero me tendré que pensar si lo publico o no ;)


✈ Para saber más de mi viaje a Venecia, pincha en el enlace.

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