lunes, 17 de febrero de 2014
8 comentarios

Tres días en el sur de Japón: Fukuoka, Hiroshima y Nagasaki

Hace un par de semanas fui por primera vez a Japón. Hace ya casi cuatro años que vivo en Corea del Sur, al lado de Japón como quien dice, pero hasta ahora no había encontrado el momento de visitar el país del sol naciente. Y esta vez fui casi sin proponérmelo, ya que fue un viaje organizado a última hora como una especie de fin de semana de relax antes de la tempestad que será el nacimiento de mi segundo/a hijo/a dentro de apenas dos meses. Lo comentaba con mi amigo Iván, hablamos sobre la posibilidad de hacer una escapada en los festivos del Seollal de este año y cuando quise darme cuenta ya estaba viajando.

Podía haber ido en avión desde Seúl, pero escogí una opción más complicada, más larga y no más barata. Fui de Seúl a Busan en un tren nocturno Mugunhwa, los trenes más antiguos y lentos de Corea. Una vez en Busan fui caminando al puerto, donde tuve que esperar dos horas a que abriese la terminal de pasajeros internacionales. Todo esto para probar el ferri que conecta Busan, en el sur de Corea, con Fukuoka, en el sur de Japón. Me gusta probar medios de transporte, y este fue el viaje en barco más cómodo que hice hasta la fecha. Es un barco de alta velocidad que navega un metro por encima del mar, tan cómodo como un avión, y me gustó muchísimo. El viaje empezaba bien, cansado tras una noche casi sin dormir pero bien.

FUKUOKA (llegada)


Al llegar al puerto de Fukuoka aún era temprano por la mañana. Fui directo al hotel, donde ya me esperaba Iván, a dejar la mochila y poder dedicar el día a patear Fukuoka sin demasiado peso a la espalda. Lo primero que vimos fue el parque Ohori, justo enfrente del hotel. Los mayores atractivos del parque son un castillo del cual no quedan más que los cimientos, un típico jardín japonés, y un gran lago alrededor del cual se puede pasear. Aquí descubrí los dos puntos que en mi opinión marcan la diferencia entre Japón y Corea, el orden y la tranquilidad, y de los cuales hablaré en otra ocasión.

Santuario Kushida de Fukuoka

La siguiente parada fue la zona alrededor de las estaciones Gofukumachu y Gion, un área llena de templos y santuarios donde podría uno pasarse un par de días viendo y fotografiando los edificios religiosos japoneses. Estas templos y santuarios con bastante diferentes a los coreanos, con menos colorido pero una mayor variedad de formas y diseños. Y, por supuesto, unos jardines cuidados hasta la obsesión. Visitamos el templo Tochoji, el santuario Kushida y varios templos menores. En esta zona también hicimos una parada para comer un katsudon que me decepcionó un poco porque en Corea los he tomado mejores. Pero sin problema, porque en los días sucesivos comer se convirtió en un festival para los sentidos.

Templo Jotenji de Fukuoka

Para la cena escogimos la experiencia de comer en un yatai, los puestos de comida ambulante que por la noche se colocan en tres o cuatro calles de la ciudad. Es curioso que estos yatai se consideren una atracción turística, porque en cualquier calle de Seúl hay más puestos ambulantes (que en realidad ya están fijos), pero aún así fue interesante. Comimos un platazo de ramen y un par de oden, y de regalo recibimos un poco de conversación de nuestros compañeros de banco. Estos eran unos señores japoneses con más ganas de conversación que capacidad de inglés, pero que mostraron claramente su orgullo al ver nuestras cámaras Canon. Y tras un paso fugaz por los arcade, salones de juegos de lo más friki, yo me dormí prontito que al día siguiente había que madrugar.

HIROSHIMA


El segundo día fuimos en tren rápido Shinkansen a Hiroshima. El Shinkansen es una maravilla de rápido, cómodo y puntal, pero una tortura para el bolsillo porque es al menos cuatro veces más caro que el KTX coreano. Al llegar a Fukuoka tomamos un tranvía (oh, qué anticuados pero prácticos son los tranvías) para llegar al Parque de la Paz y sus múltiples monumentos. Está claro que Hiroshima es conocida en el mundo entero por haber sido el objetivo de la primera bomba atómica lanzada en una guerra, que el 6 de agosto de 1945 provocó 140.000 muertes. La ciudad se toma esto muy en serio, y lejos de pretender olvidar el incidente decidieron erigirse como portavoz de la paz y en contra del uso de armas nucleares. Lo primero que vimos fue la cúpula Genbaku, el único edificio del centro de la ciudad que se mantuvo en pie tras la bomba, precisamente por estar debajo del hipocentro. Lo siguiente fue el Parque de la Paz, justo al lado. En este momento ya estaba plenamente concienciado en contra de las guerras, pero aún nos aguardaba algo mucho más impactante.

Parque de la Paz de Hiroshima

El Museo Memorial de la Paz de Hiroshima me emocionó mucho más de lo que estoy dispuesto a confesar. No soy muy aficionado a los museos, pero este es diferente y especial. Es imposible salir del Museo de la Paz de Hiroshima con la conciencia en paz. Imposible. Aparte de ser un museo muy informativo y sorprendentemente neutral, este edificio abofetea a sus visitantes hasta que todos se dan cuenta de la verdadera magnitud del desastre. Si bien 140.000 no es más que un número, el museo consigue que el visitante ponga caras e historias personales detrás de esa cifra, hasta darse cuenta de la brutalidad de una bomba que destruyó una ciudad en un minuto. Insisto, el paso por este museo causa cambios en la conciencia del visitante.

Grullas de papel dobladas por Sadako

Tras haber visto el lado oscuro de Hiroshima, la tarde fue mucho más ligera. Comimos un okonomiyaki típico, famoso por llevar fideos en su interior, y después fuimos caminando con calma hacia el castillo de Hiroshima. El castillo es una reconstrucción, ya que el original fue destruido por la bomba, y resulta hermoso y esbelto. Después caminamos un rato por la ciudad, llegamos tarde al jardín Shukkeien, y nos dedicamos a curiosear aquí y allá hasta que cayó la noche.

Castillo de Hiroshima

Al regresar a Fukuoka cenamos en el edifico de la estación de tren. El menú fue un arroz frito que no pasará a la historia, y de postre unos minicruasanes que, esos sí, se merecen todos los elogios que quepan en este bog. Quién me diría que en Japón comería los cruasanes más sabrosos de mi vida.

NAGASAKI


El viaje en tren a Nagasaki fue, en contraste con el de Hiroshima, en un tren normal, mucho más lento pero también mucho más barato. Al llegar tuvimos que ir corriendo hasta el puerto, otra vez usando los hermosos tranvías. Allí nos esperaba un barquito que nos llevaría a una isla muy especial. Hashima es una pequeña isla que también recibe el nombre Gunkanjima debido a que su silueta recuerda a un barco acorazado. En este islote se encontró carbón, y Mitsubishi montó una mina que en su punto álgido empleaba a más de 5.000 personas que vivían hacinadas en bloques de apartamentos en la isla, en lo que es la mayor densidad de población registrada en la historia en todo el mundo. En el año 1974 la mina cerró y la isla quedó deshabitada. Desde entonces los edificios se han deteriorado y ahora no son más que ruinas. Todo ello, la historia y las ruinas, conforman un panorama desolador, con un punto post-apocalíptico, que debe ser único en el mundo. Este fue, sin duda, el lugar más sorprendente de todo el viaje.

Isla Hashima o Gunkanjima del sur de Japón

Al regresar de Gunkanjima visitamos una calle llena de tiendas de souvenirs que conducía al jardín Glover, el cual no visitamos. En su lugar caminamos hacia la Dutch Slope (la cuesta de los holandeses), una zona en la cual se conservan casas de estilo holandés que parecen traídas directamente de Europa. La explicación al contraste es que Nagasaki fue la primera ciudad japonesa que permitió una colonia extranjera, y tras un primer asentamiento portugués, quienes hicieron patria fueron los holandeses.

Dutch Slope cuesta de los holandeses en Nagasaki

El hambre ya apretaba, y nos fuimos al barrio chino en busca del famoso champón de Nagasaki, un plato parecido al jjampong de Corea del Sur pero sin el picante. De sorpresa nos encontramos con la celebración del año nuevo chino, con tiendas ambulantes, desfiles, carrozas, música, y muchísima gente. Por fin, por primera y única vez ne el viaje, viví una aglomeración de personas similar a lo que es el día a día de Seúl, aunque con rostros mucho más alegres.

Barrio chino de Nagasaki celebrando el año nuevo

Nos comimos el champón, que por cierto está buenísimo, y pasamos un par de horas callejeando por el barrio chino y la avenida que conduce a la tren de tren. El clima, como en todo el viaje, invitaba a pasear con un cielo azul precioso y unos 20 grados que resultaron un fantástico paréntesis en medio del frío invierno coreano.

FUKUOKA (despedida)


El último día Iván se fue al ferri y yo al aeropuerto. Como tenía una hora de margen, me di unas vueltas por la zona de los templos, visitando un complejo donde se amontonan varios templos: Shofukuji, Junshinji, Enkakuji, Sesshinin, Saikoji, Zuiouan y Genjuan. Creo que los vi todos, o quizá no, porque aparte de los templos había otro espectáculo que llamaba mi atención. Al ser un lunes por la mañana, docenas de madres llevaban a sus niños a un colegio cercano en bicicleta. Me sorprendió, una vez más, el orden y la tranquilidad con que lo hacían, en contraste con el bullicio a veces caótico de Corea. Claro que esto es solo la impresión de un viaje demasiado corto para apreciar la realidad de las cosas. O no.

Templo Shofukuji de Fukuoka

De camino a la estación de Hakata visité otro lugar lleno de templos, algunos cerrados al público, y cementerios. Es el templo Jotenji, que en realidad parecen muchos porque hay muros entre las distintas construcciones. Apurando los últimos minutos, me fui corriendo al santuario Sumiyoshi, donde para mi fortuna estaban preparando un festival y todo lucía aún más colorido de lo habitual.

Santuario Sumiyoshi de Fukuoka

Ya casi sin tiempo, entré en el aeropuerto de Fukuoka a la carrera y pasé el control de seguridad lo más rápido que pude. Mientras esperaba por el embarque, compré el típico imán para la nevera y el que debe ser el souvenir más recurrido en los viajes a Japón: KitKat de sabores extraños. A las dos horas de aterrizar en Seúl ya estaba en casa trabajando, aunque con la cabeza aún en Japón. Está claro que regresaré porque aún tengo cuentas pendientes, pero lo que no me esperaba era que estas tres primeras ciudades me gustasen tanto.


→ Mi compañero de viaje Iván demostró ser mucho más rápido que yo porque ya escribió sus posts sobre estos días, y además con unas fotos fabulosas marca de la casa. Échale un ojo a sus posts para ir abriendo boca: Fukuoka, Hiroshima, Gunkanjima, Nagasaki y gastronomía.
COMPARTIR ES BUENO
Si te ha gustado este post,
puedes ayudarme a mejorar
con un pequeño gesto :)
CLICK AQUÍ
COMENTARIOS DE FACEBOOK
8 comentarios EN BLOGGER
  1. He escuchado hablar mucho de Hashima. Incluso tengo entendido que se ha utilizado en algunas películas, creo recordar que en 007:Skyfall. ¿Se pueden hacer visitas turísticas a esta isla?, me imagino que plantarse allí en medio de tanta desolación debe de ser extraño -debiste sentirte como en una película de ciencia ficción, yo creo que me sentiría así-.
    En twitter hay una cuenta que precisamente se llama "Lugares Abandonados", o algo así, y que sube imágenes sorprendentes con una breve explicación. Lo digo porque Hashima -dejando aparte Chernobyl y sus inmediaciones- no creo que sea el único lugar en esas condiciones de abandono; aunque sí uno de los que posee más extensión.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Exacto, es la misma isla de esa película de James Bond.
      He visto alguna vez esas fotos en Twitter, pero Gunkanjima me parece especial por ser una isla. No es un barrio decrépito o una ciudad abandonada por alguna calamidad, es toda la isla edificada y desierta. Me hizo sentir extraño.

      Eliminar
  2. En cuanto a lo que comentas de los trenes, no os salia a cuenta coger un JR pass de una semana en vez de los tickets por separado? Yo por mi experiencia, el JR pass siempre ha sido la opción mas económica al moverme por allí.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En este caso nos salió más barato así porque eran solo dos días y distancias relativamente cortas. Comprar el JR Pass nos salía un pelín más caro. Además, al ir a Hiroshima no nos valía el JR Pass de Kyushu y tendríamos que haber cogido el global.

      En total gastamos 16.000+5.000=21.000 yen por cabeza.

      Eliminar
  3. Ostras, también estaba yo por esa zona de Japón (solo Kyushu) ma's o menos esos días Fukuoka, Nagasaki, Kumamoto … Y también desde Corea con el Beetle! jajaj
    Os hubiera saludado si me hubiese cruzado con dos blogueros que leo ... xd
    http://joancane.wordpress.com/2014/02/17/076_fotografiadeviatge_kyushu-japo_febrer2014/

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues sí que es curiosa la casualidad. ¡Es que es una zona muy fácil de visitar desde Corea!

      Eliminar
  4. Sólo he estado en Hiroshima, pero no me importaría conocer el resto de ciudades.

    Cierto lo que dices del shinkansen, es carísimo pero es la leche :D

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y sin embargo yo prefiero el KTX, que pese a ser algo menos cómodo es mucho más barato y un poquito más rápido :)

      Eliminar